Red de Sostenibilidad de IU Madrid sobre las plantas de Biogás
Las plantas de biogás como la de Torrejón de la Calzada deben ubicarse lejos de la población.
Tanto la materia prima como el proceso de obtención del gas utilizado en este tipo de plantas generan problemas de olores y otros como plagas de moscas y mosquitos.
Las plantas de biogás utilizan los residuos orgánicos no vegetales, tales como restos de animales, lodos procedentes de las depuradoras y fundamentalmente purines provenientes de macrogranjas para su transformación en combustible.
La ley de residuos del año 2022 incorpora ya las directivas europeas para que los biorresiduos domésticos generados nunca acaben en el vertedero y prioritariamente sirvan para elaborar compost en tanto que, para los residuos generados en la agricultura y la ganadería, sí que se contempla específicamente que puedan tratarse en plantas de digerido como son las plantas de biogás.
Todos estos residuos, unidos a los restos domésticos de origen animal está claro que no son compostables y el medio que se ha encontrado para un posible aprovechamiento de los mismos ha sido para la generación de metano mediante la digestión anaeróbica de los mismos. Este proceso tiene algunos inconvenientes ya que, entre otras cosas, se producen malos olores tanto por la materia prima utilizada como porque son inherentes a la digestión anaeróbica. Además, junto con los olores, también se generan plagas de moscas y mosquitos. Es decir, la instalación de una planta de biogás puede tener un impacto social importante si se realiza cerca de un núcleo habitado.
La construcción de grandes instalaciones de producción de biometano como la de Torrejón de la Calzada está asociada necesariamente a la obtención de la materia prima para esa producción: los restos orgánicos agrícolas y ganaderos y los purines y estiércoles de estas macrogranjas. Estos restos se deben enviar muchas veces desde grandes distancias con lo que el problema se agrava aún más, tanto por el consumo de energía, como por la extensión de los malos olores y mosquitos por todas las áreas que atraviesan. Ni que decir tiene que esta situación se vuelve completamente insoportable cuando se atraviesan núcleos urbanos.
Desde las organizaciones ecologistas, se impulsó el aprovechamiento de estos residuos en pequeñas comunidades o en instalaciones agrícolas o ganaderas para que sirviera como fuente energética en esas mismas instalaciones, minimizando además el impacto ambiental de dichos residuos. Esa producción a pequeña o mediana escala era rentable ya que amortizaba una inversión no muy costosa y permitía el aprovechamiento energético de proximidad. Es necesario indicar que en ese momento la patronal del gas no estaba interesada en este tipo de plantas ya que no recibían subvenciones.
Esta situación ha cambiado sobre todo a raíz de la guerra de Ucrania y los conflictos en el suministro de gas desde Rusia a la Unión Europea. De lo que surgió como un sector no viable económicamente a escala industrial, se ha convertido en un gran negocio al que han acudido no solamente las grandes corporaciones energéticas (Repsol, Enagás o Endesa) sino también los principales fondos de inversión, como Goldman Sachs o Mapfre a la vista de los 130 mil millones de euros en primas y subvenciones.
Para el Gobierno de la Comunidad de Madrid, el sur de la región se ha convertido en el lugar donde llevar todo aquello que no se quiere en ninguna otra parte por su impacto ambiental. Particularmente en el caso de los residuos, es necesario recordar la actual pretensión de la Comunidad de Madrid de ampliar nuevamente el vertedero de Pinto a costa de reducir el Parque Regional del Sureste.